3/8/09

Tiempo de vernos (I)

No sabía que aun dormía. Escuché su voz tenue, de recién despertarse. Sin querer interrumpí sus sueños siendo casi mediodía. Sentí nervios cuando contestó el celular. Más un poco de culpa cuando me dijo que la había despertado. Pedí disculpas del caso. Ella, como siempre tan dulce, con esa voz frágil y enigmática dijo que no era nada. Sentí menos culpabilidad. A nadie le agradaría que le quiten el sueño.

Tenía que recoger una constancia en la universidad ese día en la tarde y luego, pensé visitar a “A”. Eran exactamente dos meses que no sabíamos nada de nosotros. Aunque nos habíamos cruzado un par de veces. Algo rápido. Cuando fui a su casa para tomar con su primo, y la otra dejarle el disco de Gaia que me había prestado.

Le hice saber que en la tarde estaría en la facultad, cerca de su casa, y que podía verla después. Se quedó callada. Yo también. ¿Qué le podía decir ante su silencio? El sigilo aumentaba. Pensaba en lo torpe que había sido por la forma de habérselo dicho. Aún no decía nada. Calculé cerca de 10 segundos. Demasiado. Asfixiaban. Excesivos para una respuesta de dos alternativas. Si o no. Y dijo: “es raro verte”.

Esas tres palabras me dejaron atónito. ¿Qué significarían esas palabras para ella? ¿Qué me querría decir con eso? Pensé en quizás una nueva forma leve de decir; no te quiero ver. Un “no” más suavecito. Sin tanto dolor. Con menos roche. Menos arroz. Después de esas palabras, intercambiamos unas cuántas más sin sentido y que no recuerdo. Un “me llamas luego” fue lo último. Colgué.

Cerca de las cinco, en Surquillo, marqué nuevamente su número. Me dijo que estaba lista, que podía ir por ella.

A pasos de su casa, empecé a timbrar su celular. Modo que habíamos acostumbrado desde nuestras primeras salidas. Y llegó desde la derecha, de rojo. Venía de la tiendita del lado. Se acercó. Me saludó. Me miró como siempre. Como la primera vez. De la misma forma cuando me dijo que le gustaba. La manera más sencilla para cautivarme. Me pidió unos minutos. Tiempo para entrar a su casa, ponerse una chaqueta más abrigadora.
En camino a Miraflores, sentí la sensación de ese “dar un tiempo” que a veces se piden las parejitas para poner en orden sus sentimientos. Ella no me lo había pedido – me dio a entender lo que quería para nosotros – pero conscientemente por ambas partes nos los habíamos dado. A mi parecer, en 60 días sin haber hecho nada por los dos y cada uno por su lado, ese “tiempo” había servido para darme cuenta si fue una mera ilusión empezar una relación que duró poco más de un mes y que quedaba ahí o es con ella con quien quiero andar agarrados de las manos. Dándole mi calor. Protegiéndola. Ir hacia la luz. Al infinito. Andar descalzo.

9 comentarios:

RenXo dijo...

terminala ps webon q mas

Anónimo dijo...

nopuede serrrrrr

Cush dijo...

Chevere que bien contada esta, pero creo que auhn no termina, verdad?.

Andar descalzo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Andar descalzo dijo...

Publiqué solo la primera parte. Creo que si lo hacía completo será muy extenso. El viernes va la última parte. Gracias por el comentario. Echaré un vistazo a tu blog >> cush-bitacora21.blogspot.com/ << Hablamos.

Anónimo dijo...

Oye no me seas poko floro jejee KARO

Mireyakat dijo...

Ay xinin.... q divino y sincero... Siempre me quedo enganchada con tus historias... y bien dice el refran quien la sigue la consigue.. y si No... ella se lo pierde!!! Aqui estoy yo... jijiji

Cyntia dijo...

Creo que arriba dice que ayer posteabas la optra parte donde esta oe feiooo

Andar descalzo dijo...

Exacto! estás tú!